Era un día estaba tranquilo, agradablemente rutinario, estaba terminado un escrito sobre cómo investigar la paz, había respondido a varios mensajes, leído la últimas noticias del Ideal de Granada, El Pais, El Público y New York Times, me había paseado por el pueblo y tomado un vino en el bar de Anamari (Dali), una cabezadita frente al televisor, ... -ya sabéis, elogio a la dispersión-.
Entonces llegó Cristobal y nos invitó al encuentro de cuadrillas que había en el teatro, a pesar de nuestros incipientes resfriados decidimos ir. Maravilloso, lleno de gente -a pesar de que esos momentos el Real Madrid se jugaba el liderato con el Osasuna- cuadrillas de Huercal Olvera, Velez Rubio, Topares y la de Vélez Blanco. Cantes y bailes por malagueñas, jotas, y parrandas, ... llamaba mucho la atención que toda los que actuaban iban vestidos de calle, como para ir al trabajo, al campo, sin ninguna etiqueta, como en su casa.
Bien, yo creo que la globalización tiene también su cara dulce, pero no me cabe la menor duda que frente al lado agrio, aquel que nos ningunea, pero este encuentro era una actividad de resistencia a la globalización, de empoderamiento de lo colectivo, de la identidad propia (en las relaciones establecidas en torno a este hecho cultural, en los comportamientos, en la música, en el baile o en las emociones colectivas o individuales suscitadas) a través de estas manifestaciones culturales. Creo que todos los que estábamos allí, incluídos Pedro y Anita, con los que después nos tomamos un vino en la Sociedad, (el Madrid solo pudo empartar y perdió su oportunidad de alcanzar el lidetato) nos lo pasamos muy bien. No me arrepiento de haber roto mi rutina-
Entonces llegó Cristobal y nos invitó al encuentro de cuadrillas que había en el teatro, a pesar de nuestros incipientes resfriados decidimos ir. Maravilloso, lleno de gente -a pesar de que esos momentos el Real Madrid se jugaba el liderato con el Osasuna- cuadrillas de Huercal Olvera, Velez Rubio, Topares y la de Vélez Blanco. Cantes y bailes por malagueñas, jotas, y parrandas, ... llamaba mucho la atención que toda los que actuaban iban vestidos de calle, como para ir al trabajo, al campo, sin ninguna etiqueta, como en su casa.
Bien, yo creo que la globalización tiene también su cara dulce, pero no me cabe la menor duda que frente al lado agrio, aquel que nos ningunea, pero este encuentro era una actividad de resistencia a la globalización, de empoderamiento de lo colectivo, de la identidad propia (en las relaciones establecidas en torno a este hecho cultural, en los comportamientos, en la música, en el baile o en las emociones colectivas o individuales suscitadas) a través de estas manifestaciones culturales. Creo que todos los que estábamos allí, incluídos Pedro y Anita, con los que después nos tomamos un vino en la Sociedad, (el Madrid solo pudo empartar y perdió su oportunidad de alcanzar el lidetato) nos lo pasamos muy bien. No me arrepiento de haber roto mi rutina-
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