Cada quince días, las noches de luna llena son una tentación para salir a correr al monte. Es una experiencia especial que te impresiona todos tus sentidos. Te alejas de las luces eléctricas, de ruido, de los humos, de todas las artificialidades y entras en contacto directo con la naturaleza y el cosmos. Tu cuerpo se libera, casi se disipa, con las sensanciones del esfuerzo, las palpitaciones de tu corazón, el jadeo de tla respiración, con el solo sonido de tus pasos. En este caso Juanmi, Pepe y un servidor subimos, como casi siempre, al Llano de la Perdíz, que se está convirtiendo en nuestro santuario (hay que reconocer que como belleza lo merece).
Como si fuéramos alimañas del bosque y hacemos recorridos inverosímiles sin ser detectados,. Recuerdo perfectamente, hace ya varios años, la salida nocturna con luna llena, fue todo un acontecimiento, concentrados y espectantes, quizás hasta temerosos, ante lo que había por delante de nosotros. Hoy, como pasa con tantas otras cosas maravillosas que ocurren en nuestras vidas, lo tenemos normalizado. Hemos perdido la capacidad de sorpresa y hemos hecho nuestra las expléndidas sensaciones. Creo que es conveniente recordarlas a pesar de que mucho de ello perdura dentro de nosotros.
Como si fuéramos alimañas del bosque y hacemos recorridos inverosímiles sin ser detectados,. Recuerdo perfectamente, hace ya varios años, la salida nocturna con luna llena, fue todo un acontecimiento, concentrados y espectantes, quizás hasta temerosos, ante lo que había por delante de nosotros. Hoy, como pasa con tantas otras cosas maravillosas que ocurren en nuestras vidas, lo tenemos normalizado. Hemos perdido la capacidad de sorpresa y hemos hecho nuestra las expléndidas sensaciones. Creo que es conveniente recordarlas a pesar de que mucho de ello perdura dentro de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario