El 16 de diciembre recibía esta felicitación. «Querida amiga, Querido amigo. Las gentes del colectivo En Pie de Paz queremos empezar el año 2007 expresando un deseo: que el proceso de paz en Euskadi siga adelante, que no se detenga. Nos preocupa que sólo se oiga la voz de quienes ponen trabas a este proceso, porque creemos que su continuidad es un deseo compartido por una mayoría esperanzada que todavía no ha tomado la palabra para decirlo. Por eso te invitamos a hacer crecer esta iniciativa. ... Lo que nos importa es que se multipliquen las voces que hagan avanzar el proceso de paz». En sentido similar había yo escrito en otras ocasiones (a, b, c).Algo ha cambiado tras el brutal atentado de ETA en Madrid, y por lo tanto se imponen nuevas condiciones. Aunque el christma pueda parecer ingenuo sigue vigente su significado, porque no todo ha cambiado: el conflicto vasco sigue existiendo, sigue existiendo una banda terrorista, sigue vinculada con reivindicaciones políticas y sigue contando con apoyos políticos y sociales.
Por otro lado, en este estado español, en una transición que parece no cerrarse nunca, hay demasiada gente que piensa bajo el esquema poco democrático y violento de los «enemigos», a los que hay que liquidar política o físicamente, lo que debilita todos los procesos de negociación. Saber negociar es una asignatura pendiente, en todas las escalas, que se hace muy difícil cuando las temáticas son más complicadas. Pero es la única solución. O liquidamos completamente al «enemigo» o negociamos.
ETA puede creer que con esta acción pudiera negociar con más fuerza. No debe ser así, pero esto tampoco invalida todo el proceso. Pensar esto es una simpleza. Efectivamente, las condiciones para la negociación con el nacionalismo radical vasco, con ETA, se han deteriorado bastante, pero el conflicto y la necesidad de abordarlo con las mejores armas democráticas tienen que seguir vigentes.
Evidentemente son muchos los matices que son necesarios hacer y las vertientes bajo las cuales se puede afrontar esta conflictividad (historia, posiciones políticas, gobierno, oposición, ...), pero en cualquier caso si me gustaría reflexionar sobre la responsabilidad de la propia sociedad vasca que es la que, a mi parecer, tiene mayores recursos para frenar esta violencia sin ambigüedades. Toda la sociedad civil, las asociaciones, los partidos, de todo signo tienen que darse a si mismos la oportunidad de un futuro mejor en el que no pueda anidar la violencia, ni en los corazones, ni en los símbolos, ni las ideas, ni en los discursos, ni en las prácticas, ni en los silencios. La violencia golpea a todo el Estado pero su epicentro está en Euskadi. Las lógicas reivindicaciones de mayor autonomía, autodeterminación o independencia, también pueden, y deben, manifestarse en la capacidad de gestionar democráticamente las reivindicaciones políticas. Un proyecto vasco basado en la solidaridad y la noviolencia a bien seguro que contará con todos los apoyos necesarios en el resto del estado.
Paralelamente, y desde otros puntos de vista, también coincido con lo expuesto Juan Torres, mi colega planetario eirenista.
Por otro lado, en este estado español, en una transición que parece no cerrarse nunca, hay demasiada gente que piensa bajo el esquema poco democrático y violento de los «enemigos», a los que hay que liquidar política o físicamente, lo que debilita todos los procesos de negociación. Saber negociar es una asignatura pendiente, en todas las escalas, que se hace muy difícil cuando las temáticas son más complicadas. Pero es la única solución. O liquidamos completamente al «enemigo» o negociamos.
ETA puede creer que con esta acción pudiera negociar con más fuerza. No debe ser así, pero esto tampoco invalida todo el proceso. Pensar esto es una simpleza. Efectivamente, las condiciones para la negociación con el nacionalismo radical vasco, con ETA, se han deteriorado bastante, pero el conflicto y la necesidad de abordarlo con las mejores armas democráticas tienen que seguir vigentes.
Evidentemente son muchos los matices que son necesarios hacer y las vertientes bajo las cuales se puede afrontar esta conflictividad (historia, posiciones políticas, gobierno, oposición, ...), pero en cualquier caso si me gustaría reflexionar sobre la responsabilidad de la propia sociedad vasca que es la que, a mi parecer, tiene mayores recursos para frenar esta violencia sin ambigüedades. Toda la sociedad civil, las asociaciones, los partidos, de todo signo tienen que darse a si mismos la oportunidad de un futuro mejor en el que no pueda anidar la violencia, ni en los corazones, ni en los símbolos, ni las ideas, ni en los discursos, ni en las prácticas, ni en los silencios. La violencia golpea a todo el Estado pero su epicentro está en Euskadi. Las lógicas reivindicaciones de mayor autonomía, autodeterminación o independencia, también pueden, y deben, manifestarse en la capacidad de gestionar democráticamente las reivindicaciones políticas. Un proyecto vasco basado en la solidaridad y la noviolencia a bien seguro que contará con todos los apoyos necesarios en el resto del estado.
Paralelamente, y desde otros puntos de vista, también coincido con lo expuesto Juan Torres, mi colega planetario eirenista.
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