El otro día partimos Jadiya, Mohamed, Huda, Bea y yo partimos desde Tetuán hacia las montañas de Ghurghis (en la foto), para Zarqa, por el camino pasamos por Kitan, y finalmente llegamos a nuestro destino: el lago azul. El objetivo era caminar y correr hacia Bouanane por la montaña. Así lo hicimos, al comienzo todos andando, después Mohamed y yo corriendo y al final uno solo. Una atmósfera bastante limpia, de vez en cuando un pastor y así hasta Benisalah, un pueblo de algo más de 600 habitantes, con luz, pero sin agua corriente en las casas -abundan las fuentes- y sin alcantarillado, muchos niños en la calle, hombres vestidos humildemente, y la mayoría de las mujeres de manera tradicional.
Como íbamos a correr por el campo, mi indumentaria era la normal: camiseta de tirantes y pantalones cortos de atletismo. Sé que en Marruecos -al igual que México o Colombia, ...- se ve poca gente corriendo por las calles, ninguna mujer, y bastante tapado-. Cuando me encontré a la entrada del pueblo, con una calle-camino central por delante que atravesaba todo el pueblo, el problema antropológico estaba servido: un giri, con piernas blanquitas (no he tomado el sol apenas este verano) en la mitad de un pequeño pueblo de las montañas de Marruecos. Los niños se reían todos con soltura, los hombre me miraban extrañados y las mujeres miraban hacia otro lugar cuando no hacía algún ademán de escándalo. Aceleré la velocidad con naturalidad, no pasó nada serio, incluso una mujer me dió de beber agua en su botella de lejía rellena. Prueba superada, pero con vergüenza. Creo que a partir de ahora podré correr con toda tranquilidad en Marruecos, siempre y cuando vaya más vestido.
Como íbamos a correr por el campo, mi indumentaria era la normal: camiseta de tirantes y pantalones cortos de atletismo. Sé que en Marruecos -al igual que México o Colombia, ...- se ve poca gente corriendo por las calles, ninguna mujer, y bastante tapado-. Cuando me encontré a la entrada del pueblo, con una calle-camino central por delante que atravesaba todo el pueblo, el problema antropológico estaba servido: un giri, con piernas blanquitas (no he tomado el sol apenas este verano) en la mitad de un pequeño pueblo de las montañas de Marruecos. Los niños se reían todos con soltura, los hombre me miraban extrañados y las mujeres miraban hacia otro lugar cuando no hacía algún ademán de escándalo. Aceleré la velocidad con naturalidad, no pasó nada serio, incluso una mujer me dió de beber agua en su botella de lejía rellena. Prueba superada, pero con vergüenza. Creo que a partir de ahora podré correr con toda tranquilidad en Marruecos, siempre y cuando vaya más vestido.
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