Jugar a baloncesto fue una de las mejores no-decisiones-de-naúfrago) que tomé. Acababa de cumplir los 14 años, estaba recién operado de la pierna izquierda, después de pasar un año en cama (esa es otra historia), mientras que el resto de mi grupo de boy scouts jugaban al futbol yo me dedicaba a tirar a canasta. Al llegar al instituto era un portento al colar todas las canastas, cuando estaba solo; de esta manera fui subiendo de categoría poco a poco, aunque tiraba las personales a cuchara, y tiraba como se me ocurría; con mucho tesón fui depurando el estilo y terminé jugando en tercera división y consiguiendo varias medallas en los campeonatos universitarios.
Por encima de premios, recuperé casi completamente la movilidad de la pierna, estuve haciendo ejercicio durante cerca de 30 años, practiqué la disciplina, la perseverancia, la cooperación, las tácticas, y ,sobre todo, hice muchos amigos.
Ahora, aquí lo tenemos, la nueva generación de baloncestistas está encarnada por Ignacio (en la foto, todo serio en su papel), con el balón que me regaló Manet (con las firmas de los jugadores del Juventut). El campo de juego es el corral del cortijo, la canasta instalada en un palet, pende de una cuerda de la torre (perfomance de Jose). La afición tremenda. Le deseo mucha suerte.
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