Acaba de llegar a Madrid en el tren híbrido (mitad Talgo mitad Ave), cuando con el deseo de remediar el desconsuelo de mi estómago, paramos en la Platería, en la zona de los escritores, en frente del Prado.
La casualidad hizo que nos encontramos con los hermanos Pageo, Justo y Agapito. El mundo es un pañuelo. Dos velezanos afincados en Madrid y que a las primeras de cambio se tropieza uno con ellos.
Departimos con ellos mesa, mantel y análisis de coyuntura. Un vinito de rioja, una ensalada de pastas y bacalao -aconsejados por Justo-; el gobierno de Andalucía, el de Madrid, el del estado; los "think tank" de la paz.
Todo cordial y amable, hasta que al final salió la vena patriótica y la añoranza: "Lástima que el pueblo esté tan lejos".
La casualidad hizo que nos encontramos con los hermanos Pageo, Justo y Agapito. El mundo es un pañuelo. Dos velezanos afincados en Madrid y que a las primeras de cambio se tropieza uno con ellos.
Departimos con ellos mesa, mantel y análisis de coyuntura. Un vinito de rioja, una ensalada de pastas y bacalao -aconsejados por Justo-; el gobierno de Andalucía, el de Madrid, el del estado; los "think tank" de la paz.
Todo cordial y amable, hasta que al final salió la vena patriótica y la añoranza: "Lástima que el pueblo esté tan lejos".
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