domingo, abril 29, 2007

ALBA Y MICROMEGAS (επ)

Había en uno de los planetas que giran en torno de la estrella llamada Sirio, un mozo de mucho talento, a quien tuve la honra de conocer en el postrer viaje que hizo a nuestro mezquino hormiguero. Era su nombre Micromegas. Tenía ocho leguas de alto, quiero decir, veinticuatro mil pasos geométricos de cinco pies cada uno. ... fue desterrado de la Corte ochocientos años. ... y se dedicó a viajar de planeta en planeta para, como dicen, perfeccionar el juicio y el corazón. ... nosotros tenemos cerca de mil sentidos y todavía nos quedan no sé qué vagos deseos, no sé qué inquietud, que sin cesar nos advierte que somos muy poca cosa y que hay seres mucho más perfectos. ... -¡Ay! Nuestra vida -dijo el saturnino- se limita a quinientas revoluciones solares, que vienen a ser unos quince mil años según nuestra aritmética. Esto es casi nacer y morir en un momento. ... Así, nuestra existencia es un punto, nuestra vida un instante, y el globo en que habitamos un átomo. Apenas empieza uno a saber algo, a instruirse, cuando llega la muerte. ... cuando llega el momento de reintegrarse a la naturaleza, para reanimarla bajo distinta forma -que es a lo que llaman morir-, cuando llega ese instante de metamorfosis, lo mismo da haber vivido una eternidad o sólo un día. ... Compadecido de que fueran tan chicos los habitantes de la Tierra les habló con ternura preguntándoles si habían sido siempre tan insignificantes y qué era lo que hacían en un globo que, al parecer, pertenecía a las ballenas. Les preguntó también si eran felices, si tenían alma, si se reproducían y otras mil preguntas por el estilo. ... -¡Cuan cierto es que nunca se deben juzgar las cosas por su apariencia! Seres insignificantes, despreciables, tienen uso de razón, y aun es posible que otros más pequeños todavía posean más inteligencia que esos inmensos animales que he visto en el cielo y que con un solo pie cubrirían el planeta en que me encuentro. ... ¿Sabéis por ejemplo que a estas horas, cien mil locos de nuestra especie, que llevan sombrero, están matando a otros cien mil animales que llevan turbante, o muriendo a sus manos? ... Luego el siriano se despidió amablemente de aquellos charlatanes, aunque le tenía algo mohíno ver que unos seres tan infinitamente pequeños, tuvieran una vanidad tan infinitamente grande. Prometióles un libro de filosofía escrito en letra muy menuda, para que pudieran leerle. -En él veréis -dijo- la razón de todas las cosas. En efecto, antes de irse les dio el libro prometido que llevaron a la Academia de Ciencias de París. Cuando lo abrió el viejo secretario de la Academia, observó que todas las páginas estaban en blanco. -¡Ah! -dijo-. Ya me lo figuraba yo.
Todo el texto anterior está extraído del cuento Micromegas (1752) de Voltaire -recomendable- que yo he conocido a través del comentario de Alba, que ahora quizás sea más perceptiva, al apunte sobre el nuevo planeta de la estrella Gliese: «En el cual el protagonista, Micromegas, viaja a través de la vía lactea descubriendo nuevos seres, percatándose así de la relatividad de todo cuanto conoce. Con la insistencia sobre las diferencias, Voltaire se propone concienciar que el mundo es diverso y la naturaleza variada; abogando por la tolerancia y desplazando al hombre del centro del mundo, donde él mismo se había situado, haciendo una dura crítica al antropocentrismo».

1 comentario:

Unknown dijo...

:) Seguiré leyendo y aprendiendo tanto de tu blog como de todo lo que caiga en mis manos.

Desde la eterna búsqueda de conocimiento por la "no-existencia" de valores absolutos (el libro en blanco), te mando un beso!!