Ayer asistí a la representación de la ópera Tosca de Puccini (1.900) en el teatro de la Maestranza (nombre prestado de la Real Maestranza de Caballería) de Sevilla. Una ópera con un argumento melodramática, rozando lo truculento, ubicado en la invasión de Napoleón a Italia en apoyo de sus ideas revolucionarias. Los cantantes Elisabete Matos, Misha Didyk, y Renato Bruson hicieron que la música brillara a altura y la orquesta de la Maestranza no desentonó; y los decorados, atrevidos y calidoscópicos completaban la belleza de la obra. Como siempre sorprende el esfuerzo tan grande (composición, músicos, atrezzos, escenografía, producción, etc.) para conseguir un espectáculo tan sublime, pero que no temina de llegar a la mayor parte de la gente.
En el segundo entreacto nos encontramos con María José, originaria de Castruela (Badajoz) y Jaime de Sevilla (nacido cerca del estadio del Sevilla) lo que nos sirvió para ser agazajados por un camarero del pueblo de María José, que entre otras cosas nos ofreció el Cortijo de Anagil, un vino de Campotejar (Granada) que había celebrado en otras ocasiones. Gracias a Jaime avanzamos en la comprensión interclasista y entralazadora social de las cofradías, el futbol y la feria (ayer jugaban el Betis y el Sevilla en el Ruiz de Lopera). Una noche completa.
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