Cada vez que hablo y reflexiono sobre el hedonismo estoy más convencido de su importancia para el bienestar o la felicidad. Porque de lo que hablamos es de placer, una cualidad maravillosa que no siempre ha sido bien vista. Quizás porque se relaciona con el desarrollo libre de las capacidades o potencialidades, la satisfacción de las necesidades. Algunas filosofías lo han querido hacer dependiente de otras estructuras y jerarquías y de hay la mala fama. Sin embargo el placer proviene del desarrollo pleno como seres humanos. Porque podríamos decir que, al igual que el amor, nos hace libres, además de independientes. Está determinado por nuestra relación con nuestro entorno, el cosmos, la naturaleza y el resto de los seres humanos, de la puesta en escena de nuestro ser, de nuestra dignidad.
Para evitar malos rollos, quiero insistir en que el hedonismo es compatible con el ascetismo, de este modo ha sido concebido por todos sus seguidores. Además debe ser sostenible, cuando no gratuito, es vital, en su sentido más amplio.
Las teorías sobre el hedonismo comenzaron a fraguarse con el filósofo griego Epicuro de Samos (341-270 a.C.); entre sus seguidores contemporáneos destaca el filósofo francés Michel Onfray y España la filósofa Esperanza Guisán que ha escrito el Manifiesto Hedonista, al cual se puede acceder a una vista restringuida en google books, pero realmente merece la pena tenerlo en papel.
Vale por el momento, espero tener muchas conversaciones sobre este asunto, pero, lo que es más importante, espero disfrutar cada vez más de la vida, tener cada vez más placeres, todos ellos en el desarrollo solidario de mi persona y mi entorno.
IMAGEN: Robert Delaunay, Alegría de vivir.
1 comentario:
Me uno a la propuesta de disfrutar más cada día. La limitación, cuando no el rechazo, del placer puede estar vinculada, en buena medida, a la tradición judeocristiana para la que la Tierra es un valle de lágrimas.
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