Estoy trabajando sobre la Ética de la Virtud, para el primer capítulo de un libro que se llamará Virtudes para la Paz. Llevo meses trabajando en esto, me ha resultado muy difícil, pero desde hace unos días he encontrado el hilo. Estoy cómodo y contento, ahora que estoy inspirado. Son las 17.41, el sol comienza a caer, se percibe a través de los tileros deshojados que rodean el jardín del Instituto de la Paz y los Conflictos.
Enfrente tengo a Juanma que ha sido clarinestista titular de la Banda de Música de Málaga durante varios años. En la radio ha comenzado a sonar un concierto que me recordaba a Mozart, a un movimiento que conocí, hace muchos años, en una película llamada Elvira Madigan, una acróbata circense que se enamora de un mando del ejército con el que mantiene una relación romántica (una historia de amor y paz). Le tomé tanto cariño que ,años después, la sintonía de mi teléfono es de este concierto. Efectivamente, lo era, era el primer movimiento del concierto nº 21; después vino el segundo movimiento.
Más que una pregunta, hemos hablado de una constatación, como pudo Mozart concebir y transmitir tanta sensibilidad a los demás. Algo prodigioso. Oidlo por favor, ya hablaremos sobre ello.
Ya lo decía yo, el hedonismo, puede aparecer en cualquier momento, solo hay que tener predisposición a encontrarse con él.
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