En algún momento de la ponencia Un Historia de la Paz y una Memoria Historica perfectibles, durante el Seminario Cultura de Paz y Memoria Historica, dije que durante el franquismo se construyó paz. La prensa preferió este titular, no me molesta, si permite abrir los debates. Claro está no hablamos de una paz perfecta; tampoco la negación de la enorme violencia franquista.
Evidentemente, esto también desencadenó alguna polémica entre los asistentes, pero para mi es una afirmación que puede ser corroborada históricamente y además es una necesidad epistémica cuando se habla de memoria histórica, que en estos momentos puede tener como misión principal recuperar la memoria de las víctimas, pero inmediatamente reconstruir una historia en la que debe ser contemplados los errores y los aciertos de todos los actores. Es necesario dilucidarlos, pero ante todo aceptarlos. Es una condición para que se produzca una reconciliación, en la que la historia debe jugar un papel importante.
Estas premisas tuvimos que debatirlas con muchos colegas, había fuertes resistencias, estábamos de acuerdo en los presupuestos metodoloǵicos, pero no con sus resultados, con sus consecuencias (efecto levi, vemos la violencia y no la paz en el ojo ajeno, pero no vemos la violencia en nuestro ojo). Tengo que decir que estoy acostumbrado a estos debates. Los defensores de la paz, la justicia o los derechos humanos, quizás demasiado ideologizados, crean sus propios inamovibles símbolos demoníacos sobre los que construir su pensamiento, asi dependiendo de cual sea la procedencia hay problemas para ver las, más o menos pequeñas, aportaciones para la paz, de Bush, Chavez, Uribe o Berlusconi. Todo lo cual termina por acarrear cierto sectarismo, con el que se delimita claramente quién está dentro y fuera de la "clara" línea marcada, a quién se puede escuchar y quién no, con quién se puede hablar y con quién no. Tal vez fuera más constructivo -quizás necesario- escuchar y hablar con todos.
Evidentemente, esto también desencadenó alguna polémica entre los asistentes, pero para mi es una afirmación que puede ser corroborada históricamente y además es una necesidad epistémica cuando se habla de memoria histórica, que en estos momentos puede tener como misión principal recuperar la memoria de las víctimas, pero inmediatamente reconstruir una historia en la que debe ser contemplados los errores y los aciertos de todos los actores. Es necesario dilucidarlos, pero ante todo aceptarlos. Es una condición para que se produzca una reconciliación, en la que la historia debe jugar un papel importante.
Estas premisas tuvimos que debatirlas con muchos colegas, había fuertes resistencias, estábamos de acuerdo en los presupuestos metodoloǵicos, pero no con sus resultados, con sus consecuencias (efecto levi, vemos la violencia y no la paz en el ojo ajeno, pero no vemos la violencia en nuestro ojo). Tengo que decir que estoy acostumbrado a estos debates. Los defensores de la paz, la justicia o los derechos humanos, quizás demasiado ideologizados, crean sus propios inamovibles símbolos demoníacos sobre los que construir su pensamiento, asi dependiendo de cual sea la procedencia hay problemas para ver las, más o menos pequeñas, aportaciones para la paz, de Bush, Chavez, Uribe o Berlusconi. Todo lo cual termina por acarrear cierto sectarismo, con el que se delimita claramente quién está dentro y fuera de la "clara" línea marcada, a quién se puede escuchar y quién no, con quién se puede hablar y con quién no. Tal vez fuera más constructivo -quizás necesario- escuchar y hablar con todos.
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