UN PUENTE EN LONDRES

He estado el pasado puente en Londres. Tengo que confesarlo no ha sido ninguna originalidad, había miles de españoles por todas partes, mucha gente joven desafiando -como dice María José, que ha estado en Roma- las hipotecas y de la carestía de la vida. Viajar se ha convertido en una necesidad imprescindible en el horizonte de consumo e ideológico la clase media española.
Londres estaba como siempre imponente. En esta ocasión he visitado el interior de la Catedral de Westmister, abigarrada de esculturas y lápidas de su dilatada y autorreconocida historia. Impresionante. Hyde Park espectacular. El big ben vigilante y «marcando» las horas para toda Europa y casi para todo el mundo (me decía Carlos que el mercado financiero mayor del mundo está en la City de Londres y no en Nueva York como yo creía). Las pint of Guiness sabrosas. La compañía extraordinaria.
Después de un relajado y crowded paseo al lado del Támesis, algunos de los perfomaces de la Modern Tate Gallery merecieron la pena, vaya por delante el descubrimiento de Christian Marclay. Además, siempre es reconfortante encontrarse con el prolífico Picasso y alguno de sus amigos.
En cualquier caso, después de tantas beneficiosas impresiones tren, avión, metro, hotel, metro, hotel, metro, hotel, avión y coche todavía tengo la duda si hubiera sido más provechoso para mi crecimiento personal la Marraja o el camino del Sacromonte. Sigo pensando que los mejores viajes están en la cabeza, pero de eso hablaremos otro día.