sábado, diciembre 24, 2005

LA ÉTICA DEL CUIDADO MI MADRE Y YO

Hace unos días mi madre vino a comer a mi casa, fui a recogerla a Plaza Nueva y después la acompañé hasta la calle Aben Humeya. Caminábamos, lentos, tranquilos. Sus piernas y su edad no daban para más. Como en otras ocasiones, cuando la contemplo desde mi dinamismo “juvenil y varonil” limitada en sus acciones, pienso en su paciencia para criar a sus cinco hijos, en su resignación para aguantar todas nuestras torpezas. El encuentro entre mi agilidad y sus limitaciones me desvelan la importancia de la clarividencia, el altruismo y la paciencia. Clarividencia para saber que los demás te necesitan, el altruismo para dedicar parte de tus energías y la paciencia para adaptarte al ritmo de los demás.
No es una reflexión filosófica sino vivencial. Desde una perspectiva del desarrollo moral fue Carol Gilligan quién dio importancia a la disponibilidad de las mujeres, como parte de su identidad, para cuidar a los demás, hasta olvidarse de si mismas. Le llamó Ética del Ciudado y desde entonces ha generado muchos debates académicos, sociales y feministas. Mi amiga Irene Comins realizó, desde la perspectiva de la paz, su tesis doctoral sobre este asunto. Por el contrario, también se aprecia como los varones tendemos a distinguir más claramente entre nuestro Yo y los Otros.
La Ética del Cuidado ha generado polémica a su alrededor, de un lado por reforzar las teorías del feminismo de la diferencia, por la posibilidad de la renuncia a una ética universal común a todas las personas, independientemente de su sexo o estatus. En cualquier caso genera una línea de reconocimiento y de preocupación por esta actitud, tan ligada al amor y a los procesos de socialización y supervivencia.
Mientras tanto sigo animando a caminar a mi madre, no en vano ella me acompañó en mis primeros pasos.

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