Mientras que me tomama un chocolate y un mollete de tortilla de patatas con mayonesa pude comprobar como las palomas de la Plaza de la Tendillas eran predominantemente blancas. Las que yo veo en el Albayzin y en Véles Blanco lo son grises. Utilicé esta imagen en la clase del Master Cultura de Paz para destacar que las acciones de paz podían ser mayoría aunque muchas veces no lo viésemos. Estábamos intentando avanzar en la cura de la esquizofrenia resultante de querer la paz pero pensar en clave violencia.
Habíamos retomado el debate del día anterior sobre la paz imperfecta, costaba trabajo entender que en los espacios adversarios ("enemigos") hubiera paz por pequeñita que fuera, también, contradictoriamente, que la paz no fuese a ser nunca perfecta. Yo dije -se me ocurrió en aquel momento- la paz imperfecta nos reconcilia con nosotros mismos, con nuestro con nuestra especie. Asi es ver paz imperfecta en los espacios mas recónditos del mundo nos permite, a la especie humana, hacer todo ese mundo nuestro, tener capacidad de relacionarnos con él, de quererlo, de tenerle compasión. Saber ver las palomas blancas es una manera de hacerlo.
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