A veces preferimos conservar una visión idílica, casi infantil, de la vida antes que aceptar sus imperfecciones y ser consecuente, para bien o para mal, con ella. Una de las dificultades para reconocer la paz imperfecta es que esta quiebra la idea, utópica, de una paz acabada, perfecta. Me di cuenta siguiendo los comentarios de los alumnos del Master Cultura de Paz en la sede de Córdoba. Me recordó la película Juguetes rotos de Summer. Los estudiantes sufrían porque el juguete de la paz perfecta y todas la felicidad depositada en ella se habia diluido. Pero, en realidad no se trata de juguetes rotos sino con algunos desperfectos, sirven, por tanto, para seguir jugando con ellos. Al llorar el arañazo del juguete estamos perdiendo un tiempo precioso para jugar con él.
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