Eduardo, amigo mio, me envía esta iniciativa que yo quiero compartir: FESTIVAL MULTICULTURAL PACÍFICO DE LA INDIGNACIÓN. En la convocatoria afirmaron: “Si el mundo no tiene lugar para nosotr@s, entonces otro mundo hay que hacer. Sin más herramienta que la rabia, sin más material que nuestra dignidad. Falta más encontrarnos, conocernos falta...” Y es que el zapatismo desde su aparición pública se propuso que las rebeldías caminaran de diferentes lados, pero ahora, dicen “Hay una rabia creativa. Una rabia que pinta ya todos los colores de los caminos de abajo y a la izquierda en los cinco continentes...”
Los miles de participantes iniciamos el recorrido con la lectura del primer aviso: “No alcohol, no drogas”, clásico en las múltiples reuniones que los zapatistas realizan en México. La diversidad cultural era manifiesta no sólo por la presencia y participación de mestizos, indígenas, campesinos, obreros, estudiantes, artistas, sureños, norteños y citadinos de la República mexicana, sino también por los cientos de participantes de varios países, de aquellos que desde América Latina y desde otros continentes acompañan cotidianamente al EZLN y a los zapatistas de México.
Intensas fueron las participaciones de los colectivos mexicanos y del mundo en torno a las denuncias sobre la represión, la expropiación, las detenciones arbitrarias, la violación a los derechos humanos, el paramilitarismo, la desaparición forzada, la criminalización de las luchas y los luchadores sociales, la tortura, la burla y el incumplimiento que los gobiernos cometen contra la población, así como el desprecio, esa otra rueda del capitalismo que humilla a indígenas, pobres y migrantes en México y Estados Unidos. Toda una situación que se sintetiza en vivir en condiciones de paz imposible debido a las violencias estructural, económica, social, política, y cultural del Estado para contra los indígenas del México moderno.
Pero como se trataba no sólo de presentar problemas sino también soluciones, los colectivos de educación, ecología, cultura, comercio, producción, cultura, y política, entre otros, expusieron sendas propuestas que en su generalidad parten del principio de que todo debe ser desde, por y para la comunidad, desde abajo y a la izquierda. Estas soluciones deben transitar por la construcción de redes de solidaridad, comercio justo, trueque, rutas de distribución y mercado autónomo, autogestión, autonomía, organización, apoyo mutuo, y comunicación alternativa.
Con lo expresado en la conmemoración de la violencia cometida contra sus familiares, amigos, compadres y seres queridos, así como en todas las demás participaciones, los indígenas siguieron aportando lecciones de construcción social y de convivencia pacíficas, que para el caso de América Latina se encuentran supeditadas a la justicia social, a la democracia, al reconocimiento real de la otredad étnica y cultural que implican el respeto a los derechos colectivos de los pueblos indígenas, los derechos humanos, el bienestar social, económico y cultural de toda la población. Para ello el Festival de la Digna Rabia, de la rabia creativa, “que pinta todos los colores de los caminos”, propone construir otro mundo, con otro camino: abajo y a la izquierda”, esa es la propuesta y la realidad de la otra política del zapatismo que se concreta en los cinco años de existencia de las Juntas de Buen Gobierno en los municipios autónomos de Chiapas, que se proyectan en regiones indígenas de los estados de Oaxaca, Guerrero y Veracruz. Con esa digna rabia, pero también con ese aliento, los rebeldes caminaron hacia el sureste mexicano para continuar con la resistencia pacífica y la construcción del otro mundo posible, donde la paz deje de ser un imposible y tenga de soporte la justicia, la libertad, y la democracia en un México para tod@s. Todo está bien explicado, nada queda que decir -solo resaltar- ante una rabia digna enfocada al cambio noviolento.
Los miles de participantes iniciamos el recorrido con la lectura del primer aviso: “No alcohol, no drogas”, clásico en las múltiples reuniones que los zapatistas realizan en México. La diversidad cultural era manifiesta no sólo por la presencia y participación de mestizos, indígenas, campesinos, obreros, estudiantes, artistas, sureños, norteños y citadinos de la República mexicana, sino también por los cientos de participantes de varios países, de aquellos que desde América Latina y desde otros continentes acompañan cotidianamente al EZLN y a los zapatistas de México.
Intensas fueron las participaciones de los colectivos mexicanos y del mundo en torno a las denuncias sobre la represión, la expropiación, las detenciones arbitrarias, la violación a los derechos humanos, el paramilitarismo, la desaparición forzada, la criminalización de las luchas y los luchadores sociales, la tortura, la burla y el incumplimiento que los gobiernos cometen contra la población, así como el desprecio, esa otra rueda del capitalismo que humilla a indígenas, pobres y migrantes en México y Estados Unidos. Toda una situación que se sintetiza en vivir en condiciones de paz imposible debido a las violencias estructural, económica, social, política, y cultural del Estado para contra los indígenas del México moderno.
Pero como se trataba no sólo de presentar problemas sino también soluciones, los colectivos de educación, ecología, cultura, comercio, producción, cultura, y política, entre otros, expusieron sendas propuestas que en su generalidad parten del principio de que todo debe ser desde, por y para la comunidad, desde abajo y a la izquierda. Estas soluciones deben transitar por la construcción de redes de solidaridad, comercio justo, trueque, rutas de distribución y mercado autónomo, autogestión, autonomía, organización, apoyo mutuo, y comunicación alternativa.
Con lo expresado en la conmemoración de la violencia cometida contra sus familiares, amigos, compadres y seres queridos, así como en todas las demás participaciones, los indígenas siguieron aportando lecciones de construcción social y de convivencia pacíficas, que para el caso de América Latina se encuentran supeditadas a la justicia social, a la democracia, al reconocimiento real de la otredad étnica y cultural que implican el respeto a los derechos colectivos de los pueblos indígenas, los derechos humanos, el bienestar social, económico y cultural de toda la población. Para ello el Festival de la Digna Rabia, de la rabia creativa, “que pinta todos los colores de los caminos”, propone construir otro mundo, con otro camino: abajo y a la izquierda”, esa es la propuesta y la realidad de la otra política del zapatismo que se concreta en los cinco años de existencia de las Juntas de Buen Gobierno en los municipios autónomos de Chiapas, que se proyectan en regiones indígenas de los estados de Oaxaca, Guerrero y Veracruz. Con esa digna rabia, pero también con ese aliento, los rebeldes caminaron hacia el sureste mexicano para continuar con la resistencia pacífica y la construcción del otro mundo posible, donde la paz deje de ser un imposible y tenga de soporte la justicia, la libertad, y la democracia en un México para tod@s. Todo está bien explicado, nada queda que decir -solo resaltar- ante una rabia digna enfocada al cambio noviolento.
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