jueves, marzo 03, 2005

AISLADOS

La ola de frío que se ha paseado por la Península Ibérica ha dejado una buena nevada en la comarca de los Vélez. Desde nuestra casa en la calle S. Marcial hemos visto como al amanecer del 27 todo Vélez Blanco amanecía nevado, campos, calles y tejados. María Dolores, Cándida, Jose, Elena e Ignacio, a los que pronto se ha sumado para ayudar en la resistencia frente al temporal Fernando, Alba y un par de amigas, hicimos una piña frente al peligro. Todo comenzó tomando una tapas en la sociedad, se confirmó al día siguiente en las mismas funciones en la Marraja, en el Alfonso y el Hotel, todo lo aderezamos con buen vino para acumular energías, ... Estuvimos en permanente contacto con Pedro, Anita, Leopoldo, María, Leopoldillo y Alejandro por si fuera necesario tomar alguna medida de emergencia.
María Dolores, quizás para que tomáramos conciencias de la situación, nos relataba como en la nevada de los años cuarenta estuvieron más de un mes sin que pudiera llegar el correo (autobús de viajeros que llevaba las cartas) a Topares -anejo situado a uno veintitantos kilómetros-. Fue necesario que una expedición de los hombres más fornidos del pueblo, con botellas de coñac y víveres, saliera para poder asistir a los incomunicados. En las calles los hombres con palas hicieron unos pasillos, de de la altura de una persona, por los que daba miedo pasar. Desgraciadamente esta ola de frío, quizás por su carácter excepcional ha dejado gente aislada en carreteras, albergues, etc. ¿Que ocurre en lugares dónde esto es común?, ¿Cuanta gente en el mundo puede vivir situaciones parecidas?, ¿Con cuanta asiduidad?, ¿Cuales son sus sensaciones?
Nosotros «resistimos» todo lo que pudimos aislados en la casa de la calle san Marcial, preguntándonos si estaría cortada la carretera a Velez Rubio. La DGT y el INM a través de internet nos mantenían informados del estado de las carreteras y de las previsiones climáticas. Las estufas de butano mantenían el calor de hogar, mantas y hedredones protegían nuestro sueño del frío. La televisión y la radio nos ofrecían los partes meteorológicos, los teléfonos fijos y móviles -seis en total- nos permitían comunicar nuestra situación al exterior. El 28 decidí arriesgarme a viajar hacia Granada, previa información del guardia civil. Me encontré con una carretera completamente despejada a los pueblos cercanos, algún problema en Baza y especialmente en el Puerto de la Mora -que pude pasar sin cadenas- ya que las máquinas quitanieves habían estado trabajando sin cesar. El viaje fue fluido pero con un cierto peligro porque la nieve no paró, en ciertos momentos había niebla, y se podía patinar por capas pequeñas de nieve y hielo.
Cuando finalmente llegué a mi casa me reí de mi mismo, también de los demás -que me perdonen- habíamos vivido un momento de aislamiento figurado, mental, para nuestro deleite. Supongo.

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