Conoci a Hafsa el año pasado en Chauen, paseamos un día al anochecer hasta las «fuentes» Ras-Alma para ello hay que pasar por calles estrechas e irregulares, «típicas» y luminosas en el día pero «marginales» y lúgubres de noche. Le pregunté si no le dama miedo pasear de noche por allí a lo que me respondió que lo hacía, en su condición de trabajadora social, en barrios mucho peores de Tanger. Creo que a partir comenzó a parecerme atractiva. Ella es una mujer joven con ganas y aspiraciones de sentirse mayor, una «mayoría» de edad que asume en cada paso que la vida le permite dar. Casi al mismo tiempo se descubre como persona y como mujer, con sus grandes ventajas y con los inconvenientes propios de una sociedad patriarcal y conservadora. Estudia con dedicación, abre sus oscuros ojos norteafricanos para captar todo lo que se le ponga por delante, igualmente oir e intercambiar.
Ahora, que mis conversaciones han girado entorno a la transición democrática en Marruecos, puedo comprender que Hafsa forma parte de esta transición. Mujeres -también hombres- que descubren la situación en la que viven y quieren cambiarla pero, sobre todo -lo que me parece muy bien- qieren cambiarse a si mismas, romper con las condiciones que les oprimen como un corsé y les impiden crecer como personas. Son rebeldes con el sistema y su contestación es tomarse la vida en serio y ser responsables para con los demás y especialmente para consigo mismo. Cualquier base democrática debe tener como punto de partida el desarrollo de las propias personas. Despues cabe esperar que su «empoderamiento» tenga, como valor añadido, un valor más público y político ya de cualquier forma ella, al igual que muchos otras personas, hombres y mujeres, son protagonistas de primera línea de la transición política en Marruecos. Enhorabuena.
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