sábado, junio 08, 2013

UNA ESTRELLA PARA EL ENCUENTRO PERSONAL Y HEDONISTA (∑π)








































Una vez la Vereda de la Estrella nos sirvió adentrarnos en el valle del río Genil, en Sierra Nevada, para encontrarnos con nosotros mismos. Jose Manuel, Carmen, Chiqui, Juanma, Migue, Juanmi, Paco y un servidor (Isidro nos mandó un telegrama justificando su no presencia, inaguraba una exposición en Madrid, seguro que se lo hubiera pasado bien).
Hace más de quince años que Jose y yo, corriendo por Jesús del Valle, hablábamos de si seríamos capaces de llegar corriendo hasta los sesenta (años, no pulsaciones), parecía inalcanzable. Anecdota: todavía recuerdo cuando fui consciente de que mi padre tenía sesenta años lo mayor que lo vi. Ahora imagino que no sería para tanto.
Llegó el tiempo de que el futurible se convirtiera en realidad y no tuvimos más remedio que celebrarlo por eso nos fuimos a la mítica Vereda de la Estrella. Quedamos en la primera parada y estación del tranvia, al inicio de la carretera de la Sierra, donde ahora hay edificios y llegamos a la última, en el Barranco de San Juan, donde por suerte no ha llegado lo urbano, y donde se puede respirar naturaleza a pleno pulmón. Todos hicimos 50 minutos de ida y mas o menos 40 de vuelta, aunque eso si unos llegaron casi a las minas de la Estrella y otros un poco antes. Cuatro de nosotros nos bañamos en las aguas frías, es el mejor relajante y antiinflamatorio. Genial!
Los "chicos" no tuvieron otra ocurrencia que hacerse de unas camisetas donde estaba la frase Que bien nos lo estamos pasando, era una constatación de la realidad y una premonición de lo que nos iba a pasar. Como muchos de vosotros sabéis esta frase nació en 1990, en Groningen, Holanda, asistíamos a la XIII Conferencia de la Internacional Peace Association (IPRA); Eran los primeros años del postfranquismo y ya comenzábamos a intuir que para construir la democracia, la paz, era necesario reconocer los privilegios de los que gozábamos, disfrutar de ellos, "empoderarlos" en la configuración de nuestro entorno.
Al final, para cumplir autoprofecía quedamos en el restaurante Las Olivillas, en Güejar, donde recuperamos algo de fuerzas y nos hermanamos algo más. Brindamos porque todos cumpliéramos muchos mas años y tuviésemos oportunidad de celebrarlo.



1 comentario:

Mugnozzi dijo...

Fue todo un placer que me vierais arrastrarme. Pasé una tarde estupenda y pese al rato de indisposición, la conversación de vuelta de Güejar a Granada fue más que interesante y logró sacarme del trance. Un grupo realmente excepcional.

Y lástima que no estuviese Isidro, que siempre me lo encuentro en los lugares más insospechados.