Con
motivo del primer centenario de la Coronación Canónica de Nuestra
Señora de las Angustias, patrona de la Archidiócesis de Granada, la
Real Federación de Hermandades y Cofradías de la Semana Santa de
Granada organizío, el pasado 18 de mayo, la Magna Mariana, como homenaje a la imagen de Las Angustias (donde por cierto fui bautizado).
Las vírgenes participantes fueron las siguientes: de la Consolación, de la Luz, del Triunfo, de la Salud, de la Merced; de la Estrella, de la Concepción, de las Penas, del Amor y el Trabajo, de la Aurora Coronada, de la Paz, del Sacromonte, de las Maravillas, de la Alegría, de la Amargura, de la Encarnación, de los Dolores, del Mayor Dolor, de la Esperanza, de las Angustias de Sta. Mª de la Alhambra Coronada, Misericordia Coronada, del Rosario, de la Victoria, Soledad
de Nuestra Señora, de la Soledad, del Calvario, de los Reyes, de la Cabeza Coronada, de la Antigua, de la Caridad, del Martirio Coronada, de las Angustias , del Rosario Coronada.
Fue un acto multitudinario, impresionante, que colapsó Granada entera de creyentes y seguidores de la fe católica. Ante las dimensiones del acontecimiento y sabiendo que entre ellas había una Virgen del Amor y otra de la Paz, me he preguntado si irradió amor y paz en todo su entorno -como presumen hacerlo los gurus del yoga-, si la gente participante salía realmente fortalecida en su Amor a la humanidad, si la Paz, con mayúsculas, era un objetivo de la concentración. Muchos han pensando que era simplemente un acto de reafirmación de la jerarquía católica. No creo yo que solo fuera esto, estoy seguro que había mucha gente que se sentía mas buena y piadosa en la ceremonia y desarrolló su mejor humanidad. Pero, podríamos imarginarnos el potencial que tendrían actos de este tipo si le dieran prioridad al amor y la paz, lejos de otro tipo de intereses. Sería realmente espectacular y admirable.
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