jueves, junio 28, 2007

UNA HISTORIA DE IMPERFECCIÓN (επ)

Ayer escribía Francisco Bustelo un artículo en el País titulado El buen izquierdista a propósito del horizonte de la izquierda. Tiene razón cuando sugiere que la izquierda ha perdido sus señas de indentidad. En ocasiones es difícil saberlo, puesto que en muchas ocasiones la definición de izquierda no es operativa, por su cercanía a la derecha y viceversa. Pero lo que más me ha llamado la atención es el carácter procesual y reformista que explicita a propósito de un mundo y una especie imperfecta.
El mundo actual es, desde luego, harto imperfecto, lo que hace que algunos o bien se vuelvan escépticos y piensen que todo queda siempre en buenas palabras o bien sueñen con la imposible revolución. Unos y otros olvidan, sin embargo, que la historia de la humanidad es la historia de la imperfección. Una imperfección que en lo pasado fue siempre mayor que la actual. Lo cual da alas para seguir creyendo en el progreso y en la labor de los progresistas en la política, el pensamiento, la educación, la cooperación, la familia, los medios de comunicación. Porque al final, desde una perspectiva histórica, ser revolucionario o ser reformista es cuestión de calendario. Porque la única meta que puede tener la racionalidad de nuestra especie, por incompleta que sea, es progresar. Por eso es por lo que se puede ser razonablemente optimista.
Es bastante coincidente con el sentido de la paz imperfecta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Llegados a este punto, lo importante es constatar si la socialdemocracia renovada y despojada de su fardo ideológico inicial puede seguir sirviendo a los intereses y a la «buena vida» de las personas como es evidente que lo ha venido haciendo. Lo más preocupante no sería estrictamente el final de la ideología socialdemócrata, o que la gente de izquierdas no sepa donde ubicarse, sino el hecho de que no existiera ninguna otra suficientemente articulada, orientada hacia las personas, hacia lo social como eje vertebrador de la praxis, que agrupara a todos los que saben que el bienestar de la mayoría de las personas nunca puede pasar por un sistema que no pone a las personas, sino al capital y a su acumulación, como su única razón de ser y existir. Sería muy interesante mirar atentamente y establecer qué presupuestos teóricos y prácticos siguen diferenciando a los actuales partidos socialdemócratas de los conservadores , porque parece evidente que sus políticas, aunque en apariencia puedan parecer similares y en algunos aspectos lo sean, no lo son. Caer en el planteamiento del “todos son iguales y quieren lo mismo” es una falacia que no conduce a nada positivo.

Quizá en el contexto actual de neoliberalismo político y economía de mercado sin control, la socialdemocracia no esté tan muerta como alternativa ideológica y como fuerza política tenga aún mucho que decir. Quizá pueda también aglutinar a esa nueva izquierda que sigue creyendo que otro mundo imperfecto -cercano y lejano- no sólo es deseable sino posible. El artículo expresa también esta esperanza por eso me ha gustado mucho. Creo que una socialdemocracia renovada no implica una socialdemocracia desideologizada y menos «neoliberalizada». Y hay mucho trabajo por hacer, y ya no es tiempo de nostalgias que anquilosan la acción... y ser progresiste implica eso: no tener miedo a deconstruir la propia ideología,ser críticos con la praxis, y reconducir ambas hacia objetivos acordes con la evolución del mundo, con las necesidades locales y globales de la humanidad. Los conservadores nunca quieren perder privilegios ni por supuesto compartirlos. No me preocupa que la izquierda ande siempre buscando su norte: eso me tranquiliza. Gracias por el artículo
Lidón