Hace unos días comentaba con Fernando la sensación de regocijo que se tiene cuando después de tiempo comprometido y esforzado con ideas y formas de pensar, de hacer, de relacionarte con el mundo, estas obtienen un cierto reconocimiento. Que al fin y al cabo es lo que se persigue. Nadie se esfuerza vanamente para no relacionarse con los demás, para no ser reconocido, aunque para ello haya que esperar. No siempre sucede, pero cuando ocurre -también sucede muchas veces- se produce un cierto placer, pequeño, modesto, pero que te acompaña. Es un gozo intelectual, una suma de alborozo, alegría, algazara, entusiasmo, exaltación, exultación, felicidad, gozo, júbilo, placer, disfrute, goce, gozada, gustazo, en pequeñas dosis, pero con la aspiración que hagan efecto por el mayor tiempo posible. Es tan fácil.
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