Leo con atención los detalles de la exposición -¡interesantes!- del artista japones Takashi Murakami en el Gugenheim. Me gustan especialmente algunas de sus imágenes.
Según parece la obra de Murakami gira en torno al el mundo del Manga y anime, en la que aparecen figuras de seres con bocas y ojos relevantes entre la ingenuidad, la dulzura y el pánico. Dicen las críticas que algunas de su obras (Tan Tan Bo, segunda de este apunte) representa a una criatura de feroces dientes e inquietantes ojos, un monstruo enorme, de cuya boca rezuma saliva y substancias extrañas, en una alegoría de las interminables ansias de consumo que tiene la sociedad.
Del mundo caótico, ambiguo y conflictivo (a veces violento) que representa me gusta las expresiones de ingenuidad y dulzura, en la que los ojos permanecen muy abiertos, receptivos, y las bocas alimentan la vida, la complicidad, la sonrisa, la esperanza y la comunicación.
No deja de ser paradójico que la boca por donde nos alimentamos, deglutimos, depredamos, sea al mismo tiempo el órgano de la sonrisa, los besos, la comunicación, la relación con el mundo exterior. Parece con si en Murakami estuvieran representadas todas estas tensiones de nuestra representación.
Según parece la obra de Murakami gira en torno al el mundo del Manga y anime, en la que aparecen figuras de seres con bocas y ojos relevantes entre la ingenuidad, la dulzura y el pánico. Dicen las críticas que algunas de su obras (Tan Tan Bo, segunda de este apunte) representa a una criatura de feroces dientes e inquietantes ojos, un monstruo enorme, de cuya boca rezuma saliva y substancias extrañas, en una alegoría de las interminables ansias de consumo que tiene la sociedad.
Del mundo caótico, ambiguo y conflictivo (a veces violento) que representa me gusta las expresiones de ingenuidad y dulzura, en la que los ojos permanecen muy abiertos, receptivos, y las bocas alimentan la vida, la complicidad, la sonrisa, la esperanza y la comunicación.
No deja de ser paradójico que la boca por donde nos alimentamos, deglutimos, depredamos, sea al mismo tiempo el órgano de la sonrisa, los besos, la comunicación, la relación con el mundo exterior. Parece con si en Murakami estuvieran representadas todas estas tensiones de nuestra representación.