También achacaron a los algoritmos este error, al parecer el error accidental activó las cadenas automáticas de los desdichados algoritmos. Estos fueron los que tras complicadas operaciones decidieron las multimillonarias inversiones en unos fondos u otros. He optado por creermelo -aunque también puede ser explicado por la acción de intereses malsanos-. Mientras que los inversores-personas descansaban en las playas de Honolulu, las matemáticas y las computadoreas trabajaban para ellos. Estamos perdidos, ya no tenemos corazón que ablandar con argumentos sociales y de justicia ... Si nos queda reivindicar que todas las decisiones importantes las tomen personas, cargadas de humanidad, con emociones y sentimientos de solidaridad y compasión hacia los demás, y dejemos para las máquinas, o quienes delegan en ellas, las decisiones poco trascendentes.
Esta página es para amig@s, acompañantes, estudios@s (επ) y naúfrag@s en general en la búsqueda de un mundo más pacífico, menos violento, justo y sostenible. Son historietas cotidianas de «paz imperfecta» (∑π), que a todos nos ocurren, que nos relacionan con la complejidad de donde procedemos. Como también creen otras muchas personas, se escribe para conocerse a si mismo.
lunes, mayo 24, 2010
EL CORAZÓN DE LA TECLA ALGORÍTMICA (∑π, επ)
También achacaron a los algoritmos este error, al parecer el error accidental activó las cadenas automáticas de los desdichados algoritmos. Estos fueron los que tras complicadas operaciones decidieron las multimillonarias inversiones en unos fondos u otros. He optado por creermelo -aunque también puede ser explicado por la acción de intereses malsanos-. Mientras que los inversores-personas descansaban en las playas de Honolulu, las matemáticas y las computadoreas trabajaban para ellos. Estamos perdidos, ya no tenemos corazón que ablandar con argumentos sociales y de justicia ... Si nos queda reivindicar que todas las decisiones importantes las tomen personas, cargadas de humanidad, con emociones y sentimientos de solidaridad y compasión hacia los demás, y dejemos para las máquinas, o quienes delegan en ellas, las decisiones poco trascendentes.
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