
El mundo actual es, desde luego, harto imperfecto, lo que hace que algunos o bien se vuelvan escépticos y piensen que todo queda siempre en buenas palabras o bien sueñen con la imposible revolución. Unos y otros olvidan, sin embargo, que la historia de la humanidad es la historia de la imperfección. Una imperfección que en lo pasado fue siempre mayor que la actual. Lo cual da alas para seguir creyendo en el progreso y en la labor de los progresistas en la política, el pensamiento, la educación, la cooperación, la familia, los medios de comunicación. Porque al final, desde una perspectiva histórica, ser revolucionario o ser reformista es cuestión de calendario. Porque la única meta que puede tener la racionalidad de nuestra especie, por incompleta que sea, es progresar. Por eso es por lo que se puede ser razonablemente optimista.
Es bastante coincidente con el sentido de la paz imperfecta.