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Suerte que el lugar exista, que Juanmi nos organice el recorrido y que el cuerpo -gracias endorfinas- nos aguante.
Una vez llegados a la cabecera del río Dilar, nos apareció con todo su esplendor esta cara de la Sierra, todavía con neveros, riachuelos abundantes y prados verdes. Bajamos y subimos pisando gustosamente entre borreguiles y nieve, con el sonido permanente del agua. ¡Estamos a finales de julio! Llegamos a un par de lagunillos claros y transparentes y de ahí al lagunillo Misterioso. ¡que nombre más bonito!, pero menos que la realidad. ... de nuevo entre piedras, lascas y caminos semiborrados y después de alguna incertidumbres, subimos a la laguna del Carnero.
Tras un breve descanso, rellenar los depósitos con las gélidas -sic- aguas, emprendimos el regreso, disfrutando de los paisajes y con la satisfacción de la misión cumplida y el cuerpo cargado de bellos recuerdos.
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