Hablando de la investigación para la paz, al igual que ocurre en otros campos, hay cierta resistencia a cambiar el posicionamiento teórico. Eso es lógico y a veces también saludable ya que es importante no dejarse impresionar o fascinar por «modas» efímeras. Pero en otras ocasiones hay una cierta pereza al movimiento, al cambio que puede terminar convirtiéndose en dogmatismo: la posición fijada nos explica y justifica todo, el mundo cambia pero el bastión teórico resiste. En el mundo de las teoría hay de todo -como en botica, ya que hablamos de salud social- algunas ancestrales que merece la pena potenciar y redescubrir y otras que es necesario abandonar o redefinir. La transformación del lenguaje, de los símbolos, los conceptos son imprescindibles en el desarrollo y el avance de los seres humanos.
En este sentido quería describir cierta actitud autocomplaciente con los conocimientos adquiridos que llega a convertirse, como apuntaba antes, en dogmática y sectaria, porque nos separa de los demás.
En esta hipótesis estaba, cuando se me ocurrió la idea de lamarle onanismo espistemológico, a aquella actitud placentera en recrearse siempre con uno mismo, rompiendo las relaciones con los demás y despreocupándose de la marcha de los acontecimientos. Quizás rememorando otra frase muy castellana: «hacerse pajas mentales», con la que se describe la patología del pensamiento aislado de la realidad.
Lejos de mi intención criticar al pobre de Onán, estoy seguro de que era hasta una buena persona. Como siempre he intentado informarme algo, ahora sin más tengo a la Biblia en mi ragazo. Dice Judá (Génesis 38, 8) «Llegate a la mujer de tu hermano y casaté como cuñado con ella para que suscites a tu hermano descendencia. Pero Onán, sabiendo que la sucesión no había de ser suya cuando se llegaba a la mujer de su hermano lo malbaratba por tierra para no proporcianar a su hermano descendencia». De ahí viene todo.
Después se ha indentificado con masturbación. Quién en su sano juicio puede hablar mal de la masturbación. Pero cada cosa en su lugar tampoco se puede convertir esta en un paradigma de las relaciones sexuales.
Negar la fantasía, la imaginación, que es uno de los preceptos esenciales para poder cambiar el mundo, ni el hedonismo, sobre el cual he escrito en este espacio, me parece improcedente. Pero la afirmación de cualquier práctica personal, absolutamente imprescindibles, no quiere decir que el mundo pudiera funcionar sin la cooperación de otras personas y grupo. O con mayor dosis de inhibiciones, melancolía o neurosis de las necesarias.
Tampoco tengo ningún problema en criticar las patologías «individualistas» o sectarias teóricas o epistemológicas, según venimos hablando. Tendré que seguir hablándo de esto con mi amigo Frasquito que tiene algunas experiencias interesantes al respecto.