Pablo de Tarso, allá por el siglo primero de esta era, un judío fariseo educado en el helenismo, soberbio y altanero que participaba en persecución de los cristianos e incluso en la lapidación de alguno de ellos. Un día camino de Damasco fue cegado por un rayo divino que le hizo caer del caballo. Y, aquí voy a comenzar mi particular exégesis (ya sabemos todos que la Biblia es muy aficionada a las imágenes y los símbolos, lo que permite reactualizar continuamente sus interpretaciones). Yo creo que lo que de verdad ocurrió es que de repente se dio cuenta de que era un idiota. Siendo tan soberbio perdía demasiadas energías en las apariencias, en la vanidad, en la violencia que ejercía que además le estaba quemando sus entrañas. Se estaba apartando del mejor don sagrado: el prójimo. Hay si que tiene razón este libro al afirmar «ama al prójimo como a ti mismo». El después se inventó -ninguno de sus acompañantes lo percibió- que una voz le dijo «Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?». Interpretación: fue su conciencia. Después de tanto tiempo haciendo el idiota -haciendo sufrir a los demás- poco a poco se fue dando cuenta de que así no iba a ninguna parte y se planteó cambiar. A partir de entonces decidió cooperar antes que competir. La expresión popular ha conservado esta frase para representar la necesidad de que algunas personas, lejos de su soberbia, basen sus relaciones en el diálogo, la cooperación, la simpatía, el cariño y la ternura.
Podría haber otra versión más contemporánea de Pablo y su caballo: un «Rocky autista». Este héroe americano lucha contra el mal soviético sigue impertérrito hacia su objetivo -derrotar a los enemigos de la Humanidad- haciendo caso omiso de otras visiones, advertencias, heridas, balas, o cualquier incidencia. Interpretración: él está al servicio de los intereses imperialistas americanos y cualquier crítica a este sistema provenga de donde provenga debe ser combatida. Final deseado: Rocky se reconoce como persona, reconoce su humanidad y colabora con todo el que este dispuesto a mitigar o hacer desaparecer el sufrimiento de las personas.
Aunque, también este relato esconde una falacia. Nadie está por encima de los demás. Sólo se produce está ficción si los demás se lo permiten. La dignidad humana no es negociable. La grandeza de las personas reside en su «horizontalidad» en su socialización y sociabilidad. Así cabalgaremos -sobre todo si ladran- y volaremos todos cogidos de la mano por todos los horizonte imaginables. Que bien me lo estoy pasando.